PANDEMIA DEL COVID-19 OBLIGÓ A DESEMPLEADOS A CONVERTIRSE EN VENDEDORES INFORMALES.

La pandemia del COVID-19 golpeó a quienes viven en Guayaquil de diversas formas. Entre marzo y abril se vivió el drama en familias porteñas por las cientos de muertes a causa del virus y otras patologías.

Pero también miles de personas perdieron sus empleos y han vivido meses de incertidumbre y angustia al no tener como sustentar sus hogares. Por ello decidieron salir a las calles a vender desde agua hasta accesorios para celulares y así obtener réditos que les permita subsistir diariamente.

Estas historias se repiten en diversos puntos de Guayaquil.

Desde hace tres meses, Xavier Limones se sienta bajo un árbol a la altura de una institución bancaria en la avenida Rodolfo Baquerizo Nazur, en la ciudadela Alborada, norte. Extiende dos mantas y comienza a colocar controles y antenas de televisión, pedestales e incluso una licuadora.

Su labor se inicia a las 08:00, aprovechando todo el movimiento comercial de esa zona.

“Yo soy maestro albañil, trabajaba en construcciones, pero se vino la pandemia y me quedé sin trabajo. Un compadre me trajo acá para poder sobrevivir porque no teníamos nada”, manifestó Limones.

En el sitio trabaja con su pareja sentimental Jenny Vera. “En un buen día nosotros ganamos 15 dólares. Con eso paramos la olla. A diario por lo menos sacamos 5 dólares, para comer”, expresó el vendedor.

Pasadas las 18:00, él se retira hacia su domicilio junto a Vera, quien también perdió su empleo a causa de la pandemia.

A pocos metros, una docena de comerciantes informales se han tomado la vereda y ofrecen una variedad de artículos. Se evidencia incluso un armario donde se exhibe vestimenta.

“No podemos quedarnos en casa sin hacer nada. No tenemos trabajo, y tenemos que darle de comer a nuestros hijos”, manifestó Orlando Delgado, quien expende camisas.

Rafael Almao vende fundas de basura a $1. Es venezolano y llegó a Ecuador hace 18 meses. Apenas arribó a suelo nacional comenzó a trabajar en un local de comidas en el sector Mucho Lote 1, norte de Guayaquil.

Luego laboró con una comerciante que vendía frutas. “No me iba mal, pero ya en marzo dejé de trabajar con ella porque ya no tenía como pagarme”, expresó el extranjero.

Vive en el bloque 10 de Bastión Popular y comentó que el poco rédito que saca a diario es para llevar comida a la casa.

“Yo tengo experiencia como cajero de bancos y en área de ventas, pero ahora hay que sobrevivir”, manifestó Almao.

En varias avenidas y calles de la ciudad se evidencia una mayor cantidad de vendedores informales. Por ejemplo, en la ciudadela Los Esteros, sur.

Hugo Torres era profesor de Educación Física en una escuela en el Guasmo sur. Debido a las clases virtuales a las que acceden los estudiantes en estos meses, perdió su empleo. Cargado de escobas y trapeadores, camina a diario ofreciendo estos productos.

“La situación es complicadísima no solo para mí, muchos colegas y amigos no están trabajando. En casa hay bocas que alimentar: mi esposa y mi hijo de 8 años, y no iba a quedarme de brazos cruzados”, dijo el vendedor mientras hizo una parada para tomar agua.

Una de sus mayores preocupaciones es el pago de los servicios básicos. “Desde abril no he podido pagar ni el agua ni la luz ni el internet. Eso se ha ido acumulando y ahora no tengo como cancelar, si en el día consigo lo justo para la comida y alguna otra urgencia”, manifestó Torres, quien dijo no haberse contagiado con el coronavirus COVID-19. Tampoco ninguno de sus familiares. “Es lo único bueno”, agregó.

Con un megáfono, Cristian Pérez vocifera que vende detergentes por barrios del norte de Guayaquil, mientras su primo José conduce un vehículo.

“Estamos vendiendo hasta verdes y maduros, porque hay que conseguir dinero. Gracias a Dios nos está yendo bien, pero no se compara a cuando trabajábamos”, manifestó Pérez. Ellos laboraban en una gasolinera en el norte y fueron despedidos en mayo pasado.

Una de las zonas donde se congrega el comercio informal es la avenida Casuarina, conocida como la entrada de la 8, en el noroeste de la ciudad.

Con carpas, instaladas en la vereda o con sus productos en mano recorriendo esta vía, decenas de personas comercializan alimentos, bebidas, mascarillas y otros artefactos.

Muchos lo hacen incluso irrespetando las normas de bioseguridad, como usar mascarilla o respetar el distanciamiento físico.

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