PRIMER MINISTRO DE ISRAEL BUSCA LEGITIMARSE EN LAS URNAS FRENTE A LOS CASOS DE CORRUPCIÓN.

El primer ministro traza un plan para enterrar el Estado palestino tras ganar las primarias del Likud.

La arrolladora victoria en las primarias del Likud ha insuflado energía a Benjamín Netanyahu para afrontar dentro de dos meses las terceras elecciones legislativas que celebra Israel en menos de un año. Más que nunca, el primer ministro busca legitimarse en las urnas tras haber sido imputado por el fiscal general en tres casos de corrupción. “La gente apoya a la derecha, y la mayoría me apoya a mí”, proclamó ante sus partidarios este viernes en Tel Aviv en la celebración de su triunfo por el 72,5% de los votos frente al exministro Gideon Saar (27,5%) en la disputa por el liderazgo del partido conservador. El jefe de Gobierno que durante más tiempo ha ocupado el poder en Estado judío aprovechó el acto para lanzar su campaña electoral con un plan que pone los últimos clavos en ataúd del Estado palestino.

“El futuro está en nuestras manos”, prometió a sus seguidores, que le han respaldado con aplastante lealtad a pesar del doble fracaso sufrido por Netanyahu al intentar formar Gobierno tras las legislativas del abril y septiembre. “Hemos ganado a causa de esta maravillosa década que hemos ofrecido al país en la economía, la seguridad y las relaciones exteriores”, se jactó el mandatario, que gobierna de modo ininterrumpido desde 2009. Son las razones de peso que suele esgrimir para intentar perpetuarse en el poder.

Pese a la amenaza de unas infraestructuras y servicios públicos colapsados por la sobrepoblación, Israel cuenta con una tasa de paro del 3% y una renta per cápita cercana a los 40.000 dólares anuales frente a los de 30.000 Italia (media de la UE) o los 25.000 de España. También se ha convertido en la potencia militar indiscutida en Oriente Próximo, aunque Irán y sus milicias afines se han afianzado en la vecina Siria durante la guerra. Pocos mandatarios, por los demás, gozan del reconocimiento internacional de Netanyahu o son recibidos con frecuencia en la Casa Blanca o el Kremlin, si bien sus visitas a los principales países de la UE son cada vez más espaciadas.

Revalidado su liderazgo sobre el gran partido conservador –y el centroderecha israelí–, Netanyahu precisa de apoyos parlamentarios además de su acreditada experiencia en economía, seguridad y diplomacia para poder seguir gobernando. “Mientras el Likud esté liderado por un imputado por soborno, fraude y abuso de poder, nosotros iremos por el camino de la unidad y la reconciliación en Israel”, replicó en Twitter el líder de la oposición de centroizquierda, Benny Gantz, para dar a entender que se negará a formar una coalición con un acusado por corrupción. Ante la previsible repetición del empate entre los grandes ideológicos de la Kneset (Parlamento) que anticipan los sondeos, Israel parece abocado otra vez al bloqueo político.

El nuevo proceso electoral se puede prolongar hasta el próximo mes de mayo si los resultados de las legislativas siguen sin ser concluyentes y se dilatan las negociaciones entre los partidos. Como jefe de Gobierno en funciones, Netanyahu no está obligado a dimitir, aunque ha tenido que renunciar a las carteras que acumulaba: Sanidad, Asuntos Sociales, Agricultura y Diáspora Judía. Comunicó al Tribunal Supremo que dejará el 1 de enero esos cargos a causa de la inculpación del fiscal general. En su control casi absoluto del poder, acaparó puestos clave del Gabinete al ejercer como ministro de Exteriores durante cuatro años y como titular de Defensa durante un año.

Antes de que acabe el año al gobernante le aguardan también los magistrados del Alto Tribunal, que debe resolver sobre una petición de organizaciones de la sociedad civil para impedir que, tras las próximas elecciones, pueda recibir el encargo de formar Gobierno como imputado por corrupción.

El fiscal general, que debería pronunciarse sobre la cuestión el domingo en un informe legal previo, prefiere esperar a que el Supremo decida sobre la admisión de la demanda. Y el 2 de enero, como muy tarde, Netanyahu tendrá que solicitar a la Kneset que le otorgue inmunidad a fin de prevenir que la justicia siga su curso implacable en los tres casos de corrupción en los que ha sido formalmente acusado.

En campaña permanente desde hace un año, cuando anunció la disolución anticipada del Parlamento, el líder del Likud recapituló este viernes ante sus fieles en Tel Aviv un programa nacionalista opuesto a la solución de los dos Estados, la única que cuenta con consenso generalizado en la comunidad internacional, para poner fin al conflicto entre israelíes y palestinos.

“Vamos a alcanzar nuevos logros históricos”, anunció, tras citar el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, el traslado de la Embajada de Estados Unidos desde Tel Aviv, la retirada de Washington del pacto nuclear con Irán, la declaración del presidente Donald Trump en favor de la soberanía israelí sobre los Altos del Golán (territorio sirio ocupado desde 1967) y el vuelco dado por EE UU al dejar de considerar ilegales los asentamientos judíos en territorios palestinos ocupados.

En una recopilación de promesas de anteriores campañas, Netanyahu sintetizó por primera vez en mismo plan la voluntad política de enterrar antes de nacer al Estado palestino. “Fijaremos nuestras fronteras, lograremos que EE UU reconozca nuestra soberanía sobre el valle del Jordán y el norte del mar Muerto (en Cisjordania, bajo ocupación), y también sobre las comunidades (colonias), sin excepción alguna, de Judea y Samaria (Cisjordania)”, adelantó el primer ministro, quien además confía en firmar un acuerdo de Defensa con Washington, “que preserve la libertad de acción de Israel”, para frenar a Irán y a sus aliados, así como buscar acuerdos de normalización de relaciones con países árabes que desemboquen en acuerdos de paz.

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