LIVERPOOL VENCIÓ A FLAMENGO Y SE CORONÓ CAMPEÓN DEL MUNDIAL DEL CLUBES 2019.

Fue 1-0 con una definición exquisita de Firmino en el primer tiempo extra. Así los ingleses se tomaron revancha de la final de la Copa Intercontinental 1981 que había quedado en manos de los brasileños.

Con la precisión en velocidad que es marca registrada del equipo inglés. Con una definición brasileña, cargada de engaño y clase en un momento caliente en el que el corazón suele ganarle a la cabeza. Por jerarquía, entonces. Por tener mejores cartas en el mazo y a la larga contar con las mejores condiciones para ganar la partida. Por eso y pese al gran partido que hizo el Flamengo que supo hacer su juego, se animó a pelearle de igual a igual a un gigante europeo, el que festeja es el Liverpool. El campeón del mundo es el gran equipo de Jurgen Klopp.

En la previa de la final, el DT de las gafas cool, había dado un diagnóstico acertado: los europeos y los sudamericanos ven con distintos ojos la final, ésa que tradicionalmente se conoció como Copa Intercontinental y que cambió el formato a Mundial de Clubes.

Lo que en estas latitudes asoma como el sueño del pibe, una chance que pocas veces aparece y entrega una conquista para la historia, en el Viejo Continente representa apenas una yapa de fin de año, un título que no cotiza entre los más pretendidos por los gigantes.

Por eso de arranque, cuando apenas se estaban moviendo las fichas en Doha, daba la sensación de que las palabras de Klopp habían encendido el fuego interno de los futbolistas del Liverpool. Salieron a marcar la cancha, a imponer condiciones, a demostrar que querían levantar la Copa y que no sólo pensaban hacerlo por el peso específico de sus figuras. En 10 minutos pudo estar 2-0 el equipo inglés. Pero falló en la puntada final.

La primera jugada del partido dejó mano a mano a Firmino con Diego Alves en una desatención fuera de libreto de Rodrigo Caio, que después de esa siesta inicial empezó a crecer para ser un puntal de la defensa. Firmino definió alto y Flamengo zafó. Lo mismo ocurrió en una corrida de Salah y en un bombazo cruzado de Alexander Arnold.

Fue un aluvión. Hasta que sonó el despertador del equipo del portugués Jorge Jesus y poco a poco fue construyendo su juego. Ese juego de tenencia y dinámica, de todo corto en el medio con Gerson y William Arao como ejes y con la explosión de Bruno Henrique en el frente de ataque.

El delantero de 28 años, nacido en Belo Horizonte fue una pesadilla para la defensa rival, sin posición fija, tirando diagonales del medio a las bandas y aprovechando su velocidad para llegar al fondo. Sólo porque no encontró el pase justo a Gabigol, Flamengo no pudo irse al descanso en ventaja.

En el arranque del complemento se repitió el trámite. Salió con todo el conjunto inglés y nuevamente Firmino quedó de cara al gol. Esta vez se fabricó su propia chance con un sombrerito perfecto en el área y sacó un zurdazo con pique que dio en el palo y merodeó la línea del arco del bueno de Diego Alves, una de las figuras de la final, que en ésa acción nada tenía que hacer.

A diferencia del primer tiempo, Flamengo supo neutralizar pero no pudo lastimar a Liverpool. Y con el correr de los minutos, por el desgaste lógico de presionar arriba y mantener firme la concentración para no darle chances a un rival superior, el equipo sudamericano se fue quedando.

Se sostuvo en las manos de Diego Alves y no consiguió el cambio de aire pretendido con los ingresos de Vitinho y de Diego, quien había sido una pieza fundamental en la final que el Flamengo le dio vuelta a River en Lima.

En Qatar no funcionó. La jugada final del tiempo reglamentario le dio una advertencia al Flamengo. Sadio Mané se filtró entre los centrales y cuando iba a definir al gol pifió su remate ante el cruce de Rafinha. El juez Abdulrahman Al Jassim cobró penal y luego dio revirtió el fallo tras revisar la jugada en el VAR.

En el tiempo extra ya no hubo VAR salvador. Fue un flechazo perfecto. Un ataque made in Liverpool. De área a área. Con Jordan Henderson como lanzador quirúrgico para la corrida de Mané que otra vez logró penetrar entre los zagueros. El senegalés aguantó a Rafinha y vio llegar a Firmino que completó la obra.

El que había tenido dos chances claras y no había podido, el brasileño de Maceió al que se lo vio alguna vez con la camiseta del Fluminense, el rival de toda la vida del Flamengo. Se tomó su tiempo, desparramó al arquero y a Rodrigo Caio con un par de amagues y definió como en la playa.

Festeja Klopp. Desde la teoría en la previa y desde la práctica en la cancha, demostró darle importancia a la conquista del Mundial de Clubes. Y el logro es aún más valioso por todo lo que hizo Flamengo, que por esos mismos detalles por los que le había sacado de las manos la Libertadores a River ahora ve, con la frente en alto, cómo la Copa se va para Europa.

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