LIVERPOOL CAMPEÓN DE LA UEFA CHAMPIONS LEAGUE 2018/19.

Un gol de lo más prematuro y otro ya terminal entronizaron por sexta vez al Liverpool, solo superado por el Real Madrid (13) y el Milan (7). La conmovedora banda sonora de los redsretumba de nuevo en Europa. Con ese contagioso optimista crónico que es Jürgen Klopp, el Liverpool ha vuelto en todo su esplendor. El excelente peritaje de ese idealista que es Mauricio Pochettino no le alcanzó del todo al Tottenham, finalista por primera vez. De la final en sí, poco que rebobinar.

Tan rápido le devolvió el fútbol a Salah lo que le quitó hace un año, que a los 22 segundos se encontró con un penalti a tiro. El chico con un hombro desgarrado y buceando entre lágrimas que dejó la final de Kiev mucho antes de tiempo, se vio a los pies de la gloria en un parpadeo. Skomina, árbitro esloveno, compadre del también esloveno Ceferin, presidente de la UEFA, observó mano en un centro de Mané que rebotó entre el sobaco y el brazo derecho de Sissoko. Fuera o no penalti, la acción mereció al menos una miradita al VAR. Ni eso, Skomina se fio de Skomina. Salah estampó la pelota en la red.

Un gol en un chasquido de dedos. Convenía observar si al novato Tottenham le podría el mal de altura. Era oportuno rastrear la respuesta del Liverpool. Si aparecería ese atómico equipo que exprime ese trovador que es Klopp o un conjunto más medido ante la ventaja. Resulta que todos notaron la sacudida del tercer gol más madrugador en la historia de las finales —por detrás de los del madridista Mateos (1959) y el milanista Paolo Maldini (2005)—.

Los spurs, anímicamente congelados en la sahariana noche del Metropolitano, ni se aproximaron a los spurs. Incapaces de dar hilo a Eriksen y Dele Alli, su supremo ariete, Kane, quedó neutralizado. El grupo de Pochettino no daba con quién balizar el juego. Ni tampoco los reds corrían a gusto, frenados Mané y Salah, tipos que habitualmente juegan con patines. El partido gravitaba sobre Henderson y Sissoko, dos operarios de hormigonera. Mal asunto para cada cual, malas señales para el mismo fútbol. Por ese camino, sin remedio, se multiplicaron las imprecisiones, los pases con los juanetes, los malos entendidos, los enredos.. El gol, sellado antes de que empezara el partido, con todos aún en chanclas, confundió a ambos. Nada del delicado y estilista Tottenham. Nada de ese Liverpool nuclear de boinas verdes.

Al contrario que hace un año en Kiev, esta vez el Liverpool se presentó con portero: Alisson. Pero, al menos esta vez, no hubo forma de calificarle hasta casi el final. Antes, nadie del equipo de Londres le examinó. Su mejor atributo: fue él quien dio el mejor pase de la noche, un servicio de setenta metros para Salah, que encontró en su portero al único colega que le procuró su elixir preferido: el contragolpe.

Algo más de foco tuvo Lloris, sin pasar de un cortometraje por un disparo lejano de Robertson y poco más. La única trama estaba entre portería y portería, donde la gente se atropellaba. Mucha metralla. Fútbol a granel. Como si todos estuvieran encantados con que nada pasara. El Liverpool con su pequeño botín. El Tottenham confiando en que ya llegaría su instante. Hay que imaginar que porque sí, puesto que no dio tecla alguna para ello.

No hubo alteraciones tras el descanso. Ni siquiera con la ruleta de cambios de Klopp y Pochettino. Como nadie lograba imponerse, a medida que menguaba el tiempo se acentuó la emotividad. Por la incertidumbre del marcador, no por el virtuosismo de uno y otro. Milner tuvo el 2-0 con un disparo raso que se fue por un dedo. Lo chocante para el Liverpool es que a campo abierto no era capaz de explotar a Salah, futbolista con turbo en las piernas. Con muy poco, el Tottenham seguía vivo. Con muy poco, el Liverpool se acercaba a la cima. Quedaba un cuarto de hora cuando a Alisson por fin se le pudo juzgar por las manos. Son y Lucas Moura le exigieron en los primeros remates de los de Pochettino. Como luego haría Eriksen en el lanzamiento de una falta lateral. Así es el fútbol, juego de guiños y guiños imprevistos: el Liverpool ganó con el Salah que apenas tuvo en Kiev y hasta que Origi, con un gran disparo raso muy al final, abrochara la Orejona se sostuvo en un par de ocasiones con un portero auténtico. Lo que tampoco tuvo en Ucrania. Gloria a los reds. Y el fútbol espera de vuelta a este Tottenham austero que ha desafiado hasta el último suspiro a los plutócratas europeos. Pero la Orejona es tan exclusiva que tras 511 participantes solo 22 la han conquistado. Entre ellos, el legendario y peculiar Liverpool.

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