LÍDER SUPREMO DE IRÁN CIERRA LA PUERTA AL DIÁLOGO CON ESTADOS UNIDOS.

«Si cedemos a su presión y mantenemos conversaciones con ellos, mostrará que su máxima presión ha funcionado», manifestó Jamenei en Teherán.

El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, ha cerrado la puerta este martes a cualquier posibilidad de conversaciones bilaterales con Estados Unidos. Sus palabras, justo después de que Washington responsabilizara a Teherán de los graves ataques contra instalaciones petroleras saudíes del sábado, acaban con las especulaciones de un acercamiento e incluso una posible cita de los presidentes de ambos países durante la Asamblea General de la ONU que estos días se reúne en Nueva York.

“Los funcionarios iraníes de cualquier nivel nunca entablarán un diálogo con funcionarios americanos [sic] ni en Nueva York, ni en ningún otro lugar. Si cedemos a su presión y mantenemos conversaciones con ellos, mostrará que su máxima presión ha funcionado (…), [pero] su política va a fracasar”, manifestó Jamenei durante la inauguración del curso académico de los seminarios chiíes, en Teherán. “Todos los funcionarios iraníes están convencidos de ello”, precisó, según el texto de su discurso difundido por su oficina.

No se trata solo de que el presidente iraní, Hasan Rohani, no vaya a encontrarse con Donald Trump, como el mandatario norteamericano había sugerido. La máxima autoridad iraní no quiere ningún tipo de contacto bilateral. Solo “si América [sic] cambia su comportamiento y regresa al acuerdo nuclear, podrá sumarse a conversaciones multilaterales entre Irán y las otras partes del pacto”, dijo el líder supremo.

La decepción causada por la decisión de Trump de abandonar el año pasado el pacto firmado en 2015 entre Teherán y las grandes potencias ha unido a todos los iraníes. Si los conservadores solo aceptaron aquel compromiso porque lo había aprobado Jamenei, reformistas y moderados se han sentido engañados por Washington. “Ya no les quedan argumentos para defender unas nuevas negociaciones”, señala un observador.

Con la salida de Estados Unidos y su reimposición de sanciones económicas y financieras aún más amplias que las anteriores (y que alcanzan a empresas de terceros países), el incentivo para limitar su programa atómico ha desaparecido. Así que, cuando el pasado abril Trump reforzó su política de “máxima presión”, Teherán empezó un proceso medido, pero progresivo, de cancelación de los compromisos que adquirió con el pacto.

El tira y afloja entre ambos pasó de las palabras a los hechos con una serie de incidentes en torno al mar de Omán que estuvieron a punto de desencadenar una nueva guerra en el golfo Pérsico. La tensión estalló cuando la Guardia Revolucionaria iraní derribó un dron norteamericano sobre el estrecho de Ormuz y Trump llegó a ordenar un bombardeo contra Irán (cancelado en el último momento).

En un intento de desbloquear esa situación, el presidente francés, Emmanuel Macron, utilizó la cumbre del G-7 del pasado agosto en Biarritz para tratar de mediar. Invitó al ministro de Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif, y ofreció a Teherán una línea de crédito de 15.000 millones de dólares [unos 13.500 millones de euros] a cambio de que volviera a cumplir sus compromisos nucleares. Ese gesto, que no gustó ni en Arabia Saudí ni en Israel, suscitó la posibilidad de que Trump y Rohani se reunieran durante la Asamblea General de la ONU.

Sin embargo, el grave ataque a dos instalaciones clave de Aramco, la empresa nacional de petróleo saudí, ha vuelto a embarrar los esfuerzos diplomáticos. Apenas unas horas después, el secretario de Estado norteamericano, Mike Pompeo (que se dirige este martes hacia Arabia Saudí) ya acusó a Irán, desestimando las declaraciones de los rebeldes Huthi de Yemen atribuyéndose la operación. De manera menos directa, tanto Trump como los responsables saudíes han apuntado en la misma dirección.

Teherán lo ha negado y nadie ha aportado pruebas concluyentes hasta ahora. No ayuda que responsables iraníes hubieran advertido con anterioridad de que si las sanciones de Estados Unidos les impedían exportar petróleo (su principal fuente de ingresos), el resto de los países de la región tampoco podrían hacerlo. Tampoco que sus dirigentes hayan justificado el ataque.

“Los yemeníes tienen derecho a su legítima defensa. No pueden quedarse mirando ante los ataques [de Arabia Saudí y Emiratos Árabes]”, declaró Rohani. Esas palabras han sido tachadas de “inaceptables” por el ministro de Estado de Asuntos Exteriores de Emiratos Árabes Unidos, Anwar Gargash, quien calificó la acción contra Aramco de acto terrorista y la consideró “una escalada peligrosa”.

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