LA PRIMERA MINISTRA BRITÁNICA THERESA MAY EXPONE ANTE LA CÁMARA UN NUEVO ACUERDO PARA ABANDONAR LA UNIÓN EUROPEA.

May abre las puertas a un segundo referéndum si el Parlamento aprueba su nueva propuesta de Brexit

Theresa May sabe que sus días como primera ministra del Reino Unido están contados. Su empeño ahora, en la cuenta atrás, se centra en intentar salir por la puerta grande —y lograr la aprobación de su plan del Brexit— en vez de ser despojada de un modo humillante de la autoridad y el cargo por sus propios compañeros de partido. Y para ello ha recurrido a un último efecto sorpresa: junto a una nueva oferta revisada de su plan, se ha comprometido a llevar al Parlamento, en el proceso de enmiendas y segunda lectura, una propuesta de segundo referéndum para que sean los diputados los que decidan si quieren dar luz verde a esa opción.

May ha presentado este martes en el edificio del Parlamento el texto de la Ley del Acuerdo de Retirada (WAB, en sus siglas en inglés). Downing Street lo ha vendido, antes de que se conozca su contenido, como «un nuevo acuerdo» que incorporará novedades significativas. Nuevo en términos formales, porque al ser el texto que desarrolla legalmente el plan rechazado ya en tres ocasiones por Westminster, la oficina de la primera ministra ha incorporado en él todos los avances negociados con los laboristas. Aquellas conversaciones no terminaron bien, pero sirvieron para establecer puntos comunes: mayor protección a los derechos de los trabajadores y de los consumidores, en línea con las establecidas por Bruselas, más garantías medioambientales y sobre todo la posibilidad de que, a través de enmiendas, los diputados no pierdan el control del proceso y puedan mejorar el texto en los siguientes meses.

Utilizará de este modo la primera ministra una doble estrategia: a la oposición le enviará el mensaje de que, si dan su apoyo al texto, ya no será posible que el líder conservador que venga detrás de ella pueda hacer borrón y cuenta nueva. A los conservadores moderados les insistirá en que, con su respaldo, habrán cumplido la promesa dada a los electores de poner en marcha el Brexit y quedará por delante una fase negociadora con Bruselas en la que todo estará aún por definir. May se ha comprometido además a aprobar un texto que implique la obligación legal de que el Gobierno desarrolle «instrumentos alternativos» al backstop antes de diciembre de 2020, para que la salvaguarda irlandesa, aborrecida por los euroescépticos y los socios norirlandeses del DUP que sostienen la mayoría parlamentaria conservadora, garantice que se mantendrá la integridad territorial del Reino Unido.

Esos son los argumentos formales para sacar adelante el último intento desesperado de May para que se apruebe su plan del Brexit. Pero los números siguen sin sumar. Los euroescépticos ya han proclamado su intención de rechazar la ley, antes incluso de conocerla. Los laboristas tenían dos pegas fundamentales: el referéndum —May les ha sorprendido con su oferta de someterlo a consideración de Westminster— y su empeño en consolidar una unión aduanera con la UE. May ha ofrecido cerrar un acuerdo que suponga el libre intercambio de bienes con la Unión Europea y, de nuevo, la baza de que el Parlamento, en la fase de enmiendas, pueda ir más allá y cerrar el vínculo aduanero.

Sea cual sea el resultado, May ya no tiene camino de vuelta. Si el texto resultara milagrosamente aprobado, debería cumplir con su palabra y anunciar su retirada, una vez concluyera el proceso legislativo. Si fracasa de nuevo, ya ha asegurado ante la dirección del grupo parlamentario conservador que aclarará de inmediato el calendario de su partida. En las últimas semanas, los tories dedican más tiempo a hablar de los posibles sustitutos de May, y sus posibilidades, que del propio Brexit, o de las elecciones al Parlamento Europeo previstas para el próximo jueves, que consideran de antemano una derrota.

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