JAIR BOLSONARO VIAJA A LA CUMBRE DE DAVOS PARA SUAVIZAR SU IMAGEN Y PRESENTAR UN BRASIL LISTO PARA HACER NEGOCIOS.

El presidente ultraderechista acude a la cumbre anual de la élite económica y política con sus ministros de Economía, Justicia y Exteriores.

El nuevo Brasil que abandera el ultraderechista Jair Bolsonaro ha elegido la cumbre de Davos (Suiza) con la élite económica y política para presentarse ante el mundo. El presidente que ganó las elecciones con un programa de liberalización económica y mano dura en seguridad abandona unos días el verano austral para anunciar desde Europa que “Brasil está abierto a los negocios y las inversiones sin sesgo ideológico”, según explican en Brasilia fuentes del Ministerio de Economía que lidera Paulo Guedes, al que Bolsonaro ha dado amplísimos poderes.

Las ausencias de Donald Trump y de los principales mandatarios europeos han convertido al líder nacionalpopulista que dirige la octava economía del mundo en la estrella del evento. El ex militar, que ha ensalzado abiertamente a represores de la dictadura, aspira a suavizar su imagen en el exterior. El capital adora su programa económico -la Bolsa de São Paulo es una de las que más ha subido en todo el mundo en el último semestre— pero su programa político, con desprecio hacia el medioambiente y cruentos ataques a la oposición, genera inquietud.

La cumbre de Davos recibe de nuevo a un presidente novato que llega desde Brasil a disipar temores. El izquierdista Lula da Silva asistió en 2003 a la cumbre de la élite pero tras haber participado días antes en el Foro Social Mundial (contracumbre de la suiza) en la ciudad brasileña de Porto Alegre. En términos económicos, el antiguo sindicalista siguió el libreto más ortodoxo, y fue un habitual en Davos durante el auge de los países emergentes.

Bolsonaro, un paracaidista militar retirado que destila odio hacia gays, feministas e indígenas, intentará presentarse como un socio que ofrece seguridad para hacer negocios en Brasil, una de las economías más proteccionistas de la región, que emerge de un bienio de recesión con un tímido crecimiento.

El ultraderechista quiere ser un nuevo socio para los negocios y en la diplomacia, a la que está dando un giro copernicano con el acercamiento a EE UU e Israel y el distanciamiento de tradicionales aliados regionales. El nuevo ministro de Exteriores, Ernesto Araujo, trumpista y autor de un blog antiglobalista, que le acompaña a Suiza, encarna ese cambio. Y para defender su cruzada contra la corrupción, Bolsonaro lleva al ministro de Justicia, Sérgio Moro, el juez que primero condenó al expresidente Lula da Silva. Un héroe o villano en Brasil. Los cuatro días que estará en Davos alejan momentáneamente al presidente de las crecientes sospechas por corrupción sobre uno de sus hijos, el senador Flavio Bolsonaro.

Su gran introductor en Davos será el superministro Guedes. Este gestor de fondos de inversión formado en la Universidad de Chicago no ha detallado sus planes para impulsar la renqueante economía de Brasil desde que tomó posesión el 2 de enero. En Davos recalcará que los tres pilares de su receta son la reforma del sistema de pensiones (que se come el 53% del gasto público), acelerar las privatizaciones y concesiones, y adelgazar sustancialmente el Estado. Su intención, según las citadas fuentes, es anunciar en la estación alpina que el comercio exterior (exportaciones e importaciones) aumentará al 30% del PIB (desde el 23% actual) para el fin de la legislatura, en 2022, y que duplicará al 2% del PIB la inversión en I+D.

Una parte notable del éxito electoral de Bolsonaro obedece a que es percibido como uno de los pocos políticos brasileños libres de sospecha de corruptelas. Pero las acusaciones contra Flavio, uno de sus tres hijos parlamentarios, se acumulan; el Consejo para el Control de Actividades Financieras (COAF) ha descubierto docenas de pagos sospechoso a su cuenta en 2007 que suman 100.000 reales (unos 23.000 euros). Esto, revelado el viernes por Globo en el principal noticiero nocturno del país, se suma a otros sospechosos pagos recibidos por su chófer y viejo amigo de la familia, Fabricio Queiroz, que el Supremo investigaba y que ahora ha suspendido cautelarmente a petición del hijo del presidente. Flavio, su padre y Queiroz se declaran inocentes.

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