GRAN ANGULAR. CONVENCIÓN DE GINEBRA: LAS LEYES DE LA GUERRA CUMPLEN 70 AÑOS.

Los Convenios de Ginebra fueron firmados en 1949, tras el ‘shock’ de la Segunda Guerra Mundial. Pese a que los protocolos obligan a proteger a los civiles, continúan cometiéndose atrocidades. La ciberguerra y el uso de robots asesinos son los nuevos desafíos para el Derecho Internacional Humanitario.

«El mundo debe saber lo que ha sucedido y nunca olvidarlo», dijo el general Dwight D. Eisenhower cuando visitó en 1945 un campo de exterminio nazi. Pero los hombres parecen tener la memoria corta. Setenta años después de la adopción de las Convenciones de Ginebra de 1949, las infracciones cometidas en las guerras siguen causando estragos en la población civil y los líderes mundiales parecen incapaces de protegerles.

Estas normas, establecidas en el siglo anterior, lamentablemente no se cumplenLas matanzas de civiles, los ataques a hospitales, migrantes atrapados en conflictos y millones personas desplazadas están a la orden del día en las guerras del siglo XXI. Sin embargo, las «leyes de la guerra» siguen siendo pertinentes y válidas en los conflictos contemporáneos, a pesar de que no han conseguido erradicar la barbarie. Los expertos consultados coinciden en señalar la importancia de las Convenciones de Ginebra de 1949 y consideran que sin estas normas la situación sería mucho peor, tanto para las víctimas de los conflictos como para los que tratan de prestarles asistencia y protección.

«La regulación legal de la guerra siempre ha sido un desafío, porque cuesta frenar la violencia en el fragor del conflicto y porque la tecnología militar evoluciona más rápidamente que las leyes», explica por correo electrónico Matthew Waxman, experto del think tank estadounidense Council on Foreign Relations. «Algunos de los principios básicos de las Convenciones de Ginebra han resultado bastante duraderos a pesar de estos retos. La guerra es y continuará siendo siempre brutal, pero no lo veo como un fracaso del Derecho Internacional, sino más bien un éxito limitado pero aún muy significativo», considera Waxman.

Para Tirana Hassan, directora de Respuesta a las Crisis de Amnistía Internacional, «70 años después de la adopción de los Convenios de Ginebra, la existencia de casi 70 millones de personas desplazadas por guerras y otras formas de violencia refleja el fracaso catastrófico de los líderes mundiales a la hora de protegerlas». «Las grandes potencias militares se jactan cínicamente de hacer guerras de ‘precisión’ y ataques ‘quirúrgicos’ que distinguen entre combatientes y civiles. Pero la realidad presente sobre el terreno muestra que es habitual atacar a civiles allí donde viven, trabajan, estudian, rezan y buscan atención médica», denunciaba en mayo Hassan en un comunicado de esta organización no gubernamental.

El profesor Marco Sassòli, director de la Academia de Ginebra de Derecho Internacional Humanitario y Derechos Humanos, coincide con Rony Brauman, ex presidente de Médicos Sin Fronteras, en señalar que sería muy difícil en el contexto actual que los Estados aprobaran unos convenios internacionales tan ambiciosos como las Convenciones de Ginebra de 1949.

Esta nueva convención sería, según Brauman, «más restrictiva» que el texto actual porque las Convenciones de Ginebra se aprobaron «justo después de la Segunda Guerra Mundial y el mundo estaba todavía bajo shock» por lo ocurrido, lo que permitió ampliar el campo de aplicación de los derechos humanitarios. «Hoy sería lo contrario», considera el autor del libro ‘¿Guerras Humanitarias? Mentiras y desinformación’, publicado en inglés y francés.

Francis Perrin, vicepresidente de Amnistía Internacional Francia, opina que es necesario conservar los Convenios de Ginebra y otros acuerdos en materia de Derechos Humanos «sin cambiar una coma», mientras se buscan otros medios para responder de forma más eficaz ante los nuevos desafíos. «Pero no olvidemos: que haya nuevos desafíos, no significa que los otros desafíos hayan desaparecido», subraya Perrin, quien recuerda que en los conflictos actuales «hay muchas cosas, por desgracia, muy ‘clásicas’: bombardeos, artillería, combate cuerpo a cuerpo… para los que las Convenciones de Ginebra son hoy en día perfectamente aplicables, perfectamente pertinentes».

Sassòli cree que los medios de comunicación y las ONG deberían no sólo informar sobre las violaciones de Derechos Humanos, sino también sobre sus éxitos, sobre el mal mayor que las Convenciones de Ginebra han ayudado a evitar en estas últimas siete décadas. Por ejemplo, el buen trato a prisioneros de guerra o la protección de hospitales, del personal sanitario, heridos y enfermos. «Las reglas, con algunas excepciones, se pueden adaptar. El problema simplemente es que no se respetan lo suficiente, pero tampoco hace falta dar la impresión de que no se respetan nunca porque si no hay una atmósfera de derrota. Nadie quiere ser el único idiota que respeta las reglas, así que está convencido de que los otros no las respetan», explicó por teléfono Sassòli.

PRESIONAR A LOS ESTADOS

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), una institución independiente y neutral con sede en Ginebra (Suiza) cuyo cometido dimana de los Convenios de Ginebra de 1949, es el guardián de estos convenios. Pero las ONG y los ciudadanos pueden ayudar a su causa presionando a los Estados para que cumplan con sus obligaciones y pedir que éstos presionen a otros Estados para que también lo hagan.

Perrin pone como ejemplo la campaña que Amnistía Internacional lanzó en Francia para pedir al Gobierno francés que no exportara armas a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos porque estos países han utilizado o podrían utilizar estas armas importadas para la guerra en Yemen. Este conflicto ya ha causado miles de muertes y lesiones a civiles, incluso en ataques que vulneran el Derecho Internacional Humanitario. Y esta ONG considera que venderles armas les convertiría en cómplices de la violaciones que se cometan.

«Hace falta manifestarse, escribir en los periódicos, protestar públicamente, hacer más costoso políticamente estas formas de guerras particularmente sucias. No es en el círculo de discusiones en Ginebra o en Nueva York, sino en el espacio público, ya sea en la calle o en la prensa», opina Brauman, ex presidente de Médicos Sin Fronteras. Pero esa estrategia de presión no siempre funciona. Brauman pone como ejemplo la Siria de Bashar Asad, donde «tanto Damasco como Moscú se burlan de las reprobaciones internacionales. No es un problema. Estiman que el coste es mínimo y la ventaja máxima».

Otro ejemplo, en la guerra contra el terrorismo yihadista. «En la batalla de Mosul todo estuvo permitido porque de un lado estaba Daesh [el autodenominado Estado Islámico], el mal absoluto fanático, y había que eliminarlos porque son un amenaza», recuerda Brauman. El Estado Islámico usó a los civiles como escudo humano y las fuerzas del Gobierno iraquí y los miembros de la coalición dirigida por EEUU sometieron a ataques incesantes e ilícitos a la población civil, según denunciaron las ONG en su momento.

En el siglo XXI, el Derecho Internacional Humanitario se enfrenta a nuevos desafíos con la ciberguerra y los robots asesinos. Muchos se preguntan si las Convenciones de Ginebra se han quedado obsoletas o si se debería aprobar otro convenio para la guerra cibernética que permita proteger mejor a los civiles. Suiza y el CICR han propuesto iniciativas para fortalecer el respeto del Derecho Internacional Humanitario. Lamentablemente, según Sassòli, los Estados no están de acuerdo en aprobar nuevas reglas.

«Los Estados que tienen ventajas tecnológicas no quieren dejarse limitar demasiado y además ciertos estados creen que de todas formas sus enemigos no respetarán esas reglas y que estas leyes solo les limitarán a ellos», explica. Por tanto, «debemos vivir con las reglas que existen, pero eso no es imposible, incluso con respecto a nuevos fenómenos», apunta el director de la Academia de Ginebra. «No creo que sea posible aprobar un nuevo tratado para regular la ciberguerra o las armas autónomas en un futuro inmediato, pero tampoco creo que sea necesario», opina desde Nueva York Waxman. «Los Estados deberían trabajar diplomáticamente para aplicar principios legales internacionales que se han establecido hace mucho tiempo, como por ejemplo la prohibición de atacar a civiles de manera intencionada, a estas nuevas tecnologías y explorar formas de mejorar su cumplimiento, como una mayor transparencia», concluye este experto del Council on Foreign Relations.

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