BRUSELAS ADVIERTE DE QUE LA UNIÓN EUROPEA DEBE ‘TENER MIEDO’ POR EMPRESAS CHINAS COMO HUAWEI.

A la Comisión le preocupa que Pekín pueda acceder a la información de los ciudadanos europeos a través de los dispositivos que venden en el continente.

La tremenda expansión de las tecnológicas chinas inquieta a Bruselas, que teme que Pekín pueda obtener información de los ciudadanos europeos a través de los dispositivos que venden en el continente. El vicepresidente de la Comisión Europea Andrus Ansip fue rotundo. «Sí, debemos estar preocupados por estas compañías», sostuvo Ansip dos días después de que la vicepresidenta de Huawei, Meng Wanzhou, fuera detenida en Canadá. Los recelos hacia las empresas chinas, en especial las de capital público —que teóricamente no es el caso de Huawei—, han llevado a Bruselas a tratar de blindar la propiedad de los sectores estratégicos europeos. «Como ciudadanos normales y corrientes, tenemos que tener miedo», añadió.

La Unión Europea se ha puesto en guardia ante el abrumador crecimiento de la inversión china en sus países miembros. Y las telecomunicaciones se han convertido en una industria clave. En Francia y Alemania han saltado las alarmas ante la lluvia de capital chino, al considerar que puede suponer una transferencia tecnológica de sus países a Pekín y, además, un riesgo para la seguridad y la soberanía europeas. Ansip, encargado de la cartera del Mercado Único Digital, expresó este viernes precisamente esa última inquietud: la posibilidad de que los proveedores o fabricantes de tecnología chinos colaboren con los servicios de inteligencia de Pekín.

El también vicepresidente de la Comisión denunció que China está exigiendo backdoors obligatorios. Se trata de una secuencia que permite evitar los sistemas de seguridad para acceder a un sistema y que podría usarse para espionaje o para controlar el dispositivo de un ciudadano sin su consentimiento. «Pueden poner algún chip para tener acceso a nuestros secretos», advirtió el vicepresidente de la Comisión.

A pesar de que afirmó desconocer «exactamente» las razones del arresto de Meng, Ansip alertó que como «como ciudadanos normales y corrientes» hay motivos para «estar preocupados». En especial, avisó de que «no es un buen uso de la ciencia» obligar a las compañías a abrir sus sistemas a los servicios secretos de un país, en este caso China.

Tras las declaraciones de Ansip, la compañía mostró su malestar con la Comisión Europea y negó que haya sido requerida por el Gobierno chino a facilitarle información o acceso a los usuarios a través de un backdoor. Además, añadió que está en disposición de dar «cualquier información» y en «mantener un diálogo» con los socios europeos en relación a cuestiones de seguridad.

El desarrollo de la red móvil de 5G, una infraestructura clave que Europa espera desplegar en 2019, ha supuesto que varios países hayan mirado con lupa los movimientos de Huawei. Algunos incluso han llegado a vetar el uso de equipos fabricados por la compañía china, que lidera el desarrollo tecnológico mundial en este ámbito. Es el caso de Australia y Nueva Zelanda.

Pero las reticencias a entregar proyectos a compañías chinas por miedo al espionaje (industrial y estatal) también han llegado a Europa. En Reino Unido, British Telecom anunció el miércoles que ha empezado a eliminar los equipos de Huawei de sus redes de 3G y 4G y que la compañía no tendrá acceso al 5G. Precisamente, Huawei se ha comprometido este viernes a abordar con una inversión de 2.000 millones de dólares los problemas de seguridad que planteaba un informe que el gobierno británico elaboró a principios de año, según ha informado Reuters. Este señalaba que los equipos fabricados por la empresa habían expuesto a las redes de telecomunicaciones de Gran Bretaña a riesgos de seguridad.

Control de inversiones

Los recelos de la Comisión Europea no se limitan solo a la presencia que pueda tener China como proveedor tecnológico en la UE. Bruselas tiene ya un compromiso de los países miembros para una regulación que permita controlar las inversiones procedentes de terceros países y que podría ser ratificada por el Parlamento en breve. Las alarmas saltaron sobre todo en Berlín y París, que temen una transferencia tecnológica de la UE a Pekín. El Gobierno de Angela Merkel frenó en 2016 una operación de 670 millones de euros sobre Aixtron por parte de un fondo vinculado con el Gobierno chino. Y el verano pasado volvió a hacer lo mismo con el fabricante Leifeld Metal Spinning AG.

La nueva regulación europea para escrutar las inversiones de terceros países fue aplaudida por Francia, Alemania y el anterior Gobierno italiano. Pero algunos países son reticentes a la norma, como Grecia, Portugal y ahora el nuevo Ejecutivo italiano, encabezado por Giuseppe Conte. Dos empresas públicas chinas se han hecho con infraestructuras como el puerto del Pireo, o la terminal de contenedores de Valencia, y están en proceso de hacerse con la principal eléctrica de Portugal. Europa ve cómo China avanza por dos frentes: en el norte, con la adquisición de tecnológicas, y en el sur, con infraestructuras clave del Mediterráneo.

Por ello, la Comisión quiere escrutar las adquisiciones que realiza el país que puedan afectar a la seguridad y al orden público. Según un informe de Copenhagen Economics, entre 2003 y 2016, China fue el cuarto inversor en la UE, tras Estados Unidos, Suiza y Noruega. Pero el meollo de la cuestión es quién está detrás de esas empresas que invierten en Europa. Es decir, si hay capital público. En ese periodo, el primer inversor estatal fue Rusia. China seguía siendo el cuarto, pero la tendencia de los últimos años puede haber cambiado esa correlación.

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