BOLSONARO CANDIDATO A LA PRESIDENCIA RECIBE PUÑALADA EN ACTO ELECTORAL.

El candidato se encuentra estable en el hospital con una herida «superficial» tras sufrir la agresión en el Estado de Minas Gerais.

El ultraderechista Jair Bolsonaro, el candidato a la presidencia de Brasil que más intención de voto recibe en las encuestas y a la vez el que más rechazo genera en el electorado, ha sido atacado en un acto de campaña en el Estado de Minas Gerais. Según se ve en un vídeo filtrado por las redes sociales, un hombre armado con un cuchillo le ha apuñalado en el abdomen. Bolsonaro ha sido trasladado al hospital, donde según los medios brasileños se encuentra estable. La policía brasileña asegura que ha detenido al agresor.

Jair Bolsonaro gesticula tras recibir una puñalada este jueves en Juiz de Fora, en el Estado de Minas Gerais. En vídeo, el apuñalamiento. FOTO: AFP | VÍDEO: EPV

Jair Bolsonaro va aupado a los hombros de sus seguidores sobre la multitud por la calle. Lo normal en estos días de campaña por la presidencia de Brasil. Lleva una camiseta amarilla, promocionando su partido, el Social Liberal. Saluda triunfalmente a la multitud de una acera levantando un brazo y abre la boca, sonriente. Se gira para saludar a la otra acera, hace amago de levantar la otra mano y entonces pasa. En una fracción de segundo se encoge sobre sí mismo, con las manos en el abdomen y la sonrisa ahora desencajada en gesto de dolor. Se desploma sobre sus portadores. Es el momento, capturado en varios vídeos, en el que el ultraderechista Jair Bolsonaro, el candidato a la presidencia brasileña al que más votos y a la vez más rechazo otorgan las encuestas, recibe una puñalada en el abdomen. Un hombre, un tal Adélio Bispo de Oliveiro, de 40 años, se le había acercado cuchillo en mano y le había infligido lo que los médicos del hospital de Juiz de Fora (Minas Gerais), donde fue llevado, llamarían “herida superficial”.

La gravedad, sin embargo, venía por otro lado. Ni en el peor momento de esta caótica campaña, ni en todas las turbulencias que ha sufrido la primera potencia latinoamericana en su reciente democracia, se había visto una agresión con arma contra un candidato. Todos los pesos pesados de la política brasileña han coincidido en reconocer el daño que se ha hecho al proceso democrático. Desde el presidente Michel Temer hasta muchos de sus rivales en la campaña, como Ciro Gomes o Geraldo Alckmin. La Orden de Abogados de Brasil emitió otro comunicado: “La democracia no aguanta este tipo de situaciones”.

La seriedad simbólica del suceso es prácticamente de lo poco que se conocía al cierre de esta edición con certeza. Se sabe que el agresor fue detenido, pero no sus objetivos exactos. Que Bolsonaro está bien, según lo ha revelado una ultrasonografia pero no cuándo se le dará el alta (se supone que pronto, algunos dicen que incluso en horas). Que ha suspendido temporalmente su campaña pero no qué cambios hará cuando vuelva al redil, ahora armado con la autoridad de un superviviente, y pruebas fehacientes de la peligrosidad de quienes ha estado llamando enemigos durante años.

En realidad, que se sepa es tan solo un enemigo. Adélio Bispo de Oliveiro, exmilitante del Partido Socialista entre 2007 y 2014, un hombre retratado por su perfil de Facebook como un defensor del presidente venezolano Nicolás Maduro: al menos es lo que se desprende de varios de sus comentarios. También solía criticar con frecuencia a Bolsonaro y su costumbre de defender la dictadura militar brasileña (1964 – 1895) diciendo que tendrían que haber matado más. “Da asco oír que la dictadura debería haber matado a unos 30.000 comunistas”, comentaba, parafraseando al candidato. También criticaba la “derecha masónica”.

El ataque viene tras uno de los días más desagradables dentro de una campaña que Bolsonaro ya ha llenado ritualmente de odio y llamadas a la violencia. El ultraderechista, famoso por su nostalgia por la dictadura, por su filosofía de que “el único bandido bueno es un bandido muerto”, por su plan de legalizar las armas en uno de los países más violentos del mundo, había subido el tono de sus discursos en su primera parada por Brasilia. Repitió una vez su amenaza de “fusilar” a los miembros del Partido de los Trabajadores (el de Lula da Silva): “Vamos a darle una patada en el culo al comunismo”, dijo. Se había reído de un periodista gay que le hizo una pregunta: “Tú tienes pinta de que te pintabas las uñas de pequeño”. Y por último, había cuestionado la legitimidad del proceso electoral brasileño. “Gane quien gane las elecciones va a estar bajo sospecha, sin duda”, había dicho.

Luego remató el día con una estupenda noticia: había vuelto a subir en las encuestas, de un 20% hace unas semanas a un 22%. Seguía siendo el favorito a la presidencia (solo por detrás de Lula da Silva, quien cumple pena en prisión y fue vetado como candidato el viernes pasado). Y también alguien a que el 44% del electorado se negaba a votar. El mayor rechazo de ningún otro candidato. A menos hasta que una tragedia impredecible cambie ese panorama.

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